Sevamos dos tostones de corridas de otro San Isidro, de otra feria del Aniversario, de treinta y pico festejos, de más de 200 toros (o más), de calor, de lluvia, de piedra dura, de aplausos, de emociones, de protestas. Estás últimas ya no son igual, la plaza de Madrid otro año más estará afónica, pues un San Isidro más faltará el mayor defensor del toro íntegro, de la verdad y la pureza de la fiesta nacional que he conocido, Salva. Todas y cada una de sus protestas encajaban en la feria pasada, encajaran en esta y en todas: ¡A quien defiende la autoridad! ¡Ni pa un análisis! ¡Miau!¡Qué asco de ganadería! ¡Has picao trasero que lo sepas! ¡Está inválido Manolo! ¡Doce veterinarios! y su ¡A quién defiende la autoridad!.
En esta feria tendré presente su manera de ver y entender el toro, pendiente en todo momento de la lidia ¡A tu sitio!, de reivindicar la suerte de varas como eje principal de la lidia y como la medición de la bravura del toro, de las querencias de este, de la colocación del lidiador, del director de lidia, en fin, de tantas y tantas cosas que él solo podía estar presente con toda la naturalidad del mundo y sin apenas esfuerzo.
También tendré presente sus aplausos al puyazo en el morrillo, al torear con el caballo y darle los pechos, al buen quite, a par reunido, en la cara y sacándolo de abajo a arriba ( "ya y qué más"), al darle distancias al toro, al rematar el muletazo atrás, a la verdad de una estocada ("eso antes era una oreja de ley"). Él, ante todo amaba y defendía la fiesta que tenía en su cabeza y que algunos tratamos aun de entender, sobre todo, por ignorancia del conocimiento que Salva sí tenía y que yo estoy y estaré a años luz de tener.
Se necesitan voces que defiendan la fiesta, la integridad del festejo y el cumplimiento del reglamento, que para eso está. Se escucha la voz áspera, tosca, ronca cuan motor de los viejos Pegasos del Rosco, los - ¡muuuuuuuuy maaaaaaaaaaaaaalllllllll!...quelo sepas- de Fausto, pero nada más.
En esta feria tendré presente su manera de ver y entender el toro, pendiente en todo momento de la lidia ¡A tu sitio!, de reivindicar la suerte de varas como eje principal de la lidia y como la medición de la bravura del toro, de las querencias de este, de la colocación del lidiador, del director de lidia, en fin, de tantas y tantas cosas que él solo podía estar presente con toda la naturalidad del mundo y sin apenas esfuerzo.
También tendré presente sus aplausos al puyazo en el morrillo, al torear con el caballo y darle los pechos, al buen quite, a par reunido, en la cara y sacándolo de abajo a arriba ( "ya y qué más"), al darle distancias al toro, al rematar el muletazo atrás, a la verdad de una estocada ("eso antes era una oreja de ley"). Él, ante todo amaba y defendía la fiesta que tenía en su cabeza y que algunos tratamos aun de entender, sobre todo, por ignorancia del conocimiento que Salva sí tenía y que yo estoy y estaré a años luz de tener.
Se necesitan voces que defiendan la fiesta, la integridad del festejo y el cumplimiento del reglamento, que para eso está. Se escucha la voz áspera, tosca, ronca cuan motor de los viejos Pegasos del Rosco, los - ¡muuuuuuuuy maaaaaaaaaaaaaalllllllll!...quelo sepas- de Fausto, pero nada más.
Yo, tengo poca voz para protestar, doy palmas de tango, aunque no se ni silbar y no quiero silbatos de árbitro de fútbol, pues estamos en los toros, pero animo a protestar para seguir defendiendo lo ya comentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario